Lagunas mentales
"Deja de vomitar palabras... O al menos haz que suenen más bonitas ordenándolas."
viernes, 8 de abril de 2022
Los mismos nudos.
lunes, 14 de marzo de 2022
No es nuestro momento.
lunes, 15 de noviembre de 2021
La guerra Mar-Tierra: El regreso de una sirena.
miércoles, 25 de agosto de 2021
Trenes.
domingo, 1 de marzo de 2020
Voy a desayunarte.
Adoro que me cojas de la nuca para que no pare mientras me hablas...
Te miro, clavas tus ojos en los míos, me agarras de la coleta y tu gemido se vuelve gruñido.
Cada vez más rápido, cada vez más fuerte. No quieres que pare.
Me susurras que dónde la voy a querer y yo te saco la lengua sin dejar de comértela.
"Pero qué zorra eres".
Te tiemblan las piernas. Sé que estás a punto de estallar y eso me pone mucho más cachonda.
Mis gemidos se acompasan con tus jadeos, mi mano empapada en saliva recorre tu polla.
Ya no puedes aguantar más.
Gruñes y me aprietas contra tu cadera. Tu corrida llena mi boca y se resbala por mis comisuras.
Me encanta que explotes así. Me encanta hacerte disfrutar.
Tu cuerpo comienza a relajarse, los brazos te flojean, de nuevo cierras los ojos y sólo puedes respirar y blasfemar.
"Mmmm. *Traga*. Buenos días, enano".
lunes, 25 de febrero de 2019
Tres minutos...
-¿Tres minutos para qué?
-Para que te corras.
-¿Y si no lo hago?
-Puedes pedirme lo que quieras.
-...
-LO QUE QUIERAS.
Y desde ese mismo instante ella sabía que había ganado la apuesta, que tenía el juego controlado.
O eso creía...
La tomó por el cuello y la sentó en la cama al tiempo que bajaba, con la mano libre, por su pecho hasta llegar a su sexo. Estaba húmedo y olía a gloria. Se moría de ganas por beber de ella y saciar su sed; se le hacía la boca agua, así que sin mediar palabra bajó a su entrepierna con la lengua y la posó rápidamente en su pequeño pero excitado clítoris, lo puso entre sus labios y comenzó a acariciarlo suavemente con éstos y, sin dejar de mirarla a los ojos, subió con sus manos de nuevo a su pecho para agarrar sus preciosas y firmes tetas con esos pequeños pendientes negros atravesando sus tiernos pezones.
Se relamía una y otra vez tras jugar fervientemente con sus labios entre los muslos de ella, sin limpiarse la cara ni la barba, disfrutando del olor que impregnaba la habitación...
Se dispuso a penetrarla con dos dedos queriendo desafiar su cada vez más mermada resistencia. Poco a poco, salivándolos e introduciéndolos lentamente hasta llegar a lo más profundo de su ser. Se estaba conteniendo mucho para no acabar agarrándola de la cintura y follándosela sobre la almohada hasta hacerla chillar su nombre. Demasiado.
Quería seguir jugando, pero también quería verla arrodillada suplicando, rogando porque la hiciese suya. Quería tenerla sometida como a su esclava, como a su perrita, como a la zorra insaciable que es y que él adora. La quería; simplemente la quería.
martes, 22 de agosto de 2017
Tarántula
¿Sabes lo que siente una mosca al enredarse en la tela de una araña?¿Esa adrenalina que recorre su pequeño cuerpo al tratar de liberarse? Esa sensación de pánico que poco a poco se apodera de ella y que hace que entre en completa tensión. La corazonada de saber que tarde o temprano aparecerá su boca y morderá en lo más profundo de la piel, paralizando cada músculo y dejando seco su ser.
Acechando está ella en una esquina, pendiente de cada movimiento inútil y cada inservible aleteo... va a ser su cena.
Se acerca y la pobre mosca distingue su silueta; bella y mortífera al mismo tiempo que, aún habiendo triunfado, se muestra firme. Con mucha suavidad posa sus patas sobre la indefensa criatura y, sin prisa, hinca los colmillos en su vientre.
La mosca se retuerce, aulla y gime bajo sus mandíbulas. Queda inmovilizada.
La tarántula se relame y utiliza sus extremidades para envolver en sus redes al pobre bichito.
Inocente y pálida, la mosca se vuelve mujer y la tarántula hombre cubierto de vello.
El pánico se convierte en éxtasis y los dientes ya no duelen; ahora hacen un recorrido constante entre el ombligo y la entrepierna dejando huellas de saliva y deseos.
Ella jadea cada vez más y más fuerte, él se deja llevar, creando entre los dos una danza acompasada entre las sábanas. Él sobre ella y ella sobre él se van haciendo menos daño; ya todo es placer entre embestidas salvajes.
Las respiraciones se agitan y se tornan más escandalosas. Él gruñe en la oreja de ella y ésta comienza a temblar. Los corazones se aceleran, los músculos se tensan y ambos estallan en un único arrebato.
El frenesí que los consumía es ahora nulo pero los dos están deseosos de volver a sentirlo. De encontrarse en la misma cama y, de nuevo, comerse.